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domingo, octubre 14, 2007

Carlitos Marrón


Fiestas del Pilar en Zaragoza. Dijimos, con mi mujer, tenemos que salir al menos un día. Elegimos el sábado y el concierto de Sabina y Serrat, ya que hace un par de meses, cuando arrancaron su gira en Zaragoza, no pudimos ir a verlos. Sacamos las entradas, buscamos con quién dejar a los niños: ¿verdad que queréis ir a dormir el sábado con los abuelitos?, quedamos con unos amigos,... y van y nos suspenden el concierto.

Pero nosotros no nos desanimamos tan fácilmente. ¿Quién ponen para sustituirlos? Carlinhos Brown. Pues vamos igual y al menos nos echamos unos bailes.

Llegamos a la carpa de Valdespartera sobre las 9:15 y el concierto era a las 10:00. Valdespartera, para el que no lo sepa, es un barrio alejado de Zaragoza, que ha surgido allí por generación espontánea: un día no había más que matojos y lagartijas y al siguiente, todo casas. Todo estaba muy bien organizado en la carpa. Había hasta cloakroom, como ponía en un gran cartel (ya sé que con ese nombre parece el váter, pero era el guardarropa). Vaya, hay que cambiar el dinero por fichitas rojas que es lo único que aceptan en las barras, esto parece un casino. Te llenan las manos de fichas y tienes que transportarlas con cuidado hasta la barra.

Vamos a comer antes de que empiece. Yo me pedí el bocata de ternasco al aroma de piquillos, los demás longaniza. El de ternasco tardará un poco, lo están sacando. No importa. Tras media hora de espera, empezó a importar: está bien, dame el de longaniza, esperemos que el concierto merezca el sacrificio. Pero vaya forma de promocionar el ternasco de Aragón, que tenéis.

Las diez y estábamos allí delante del escenario, pero no parecía empezar. El suelo estaba pegajoso, cubierto de una sustancia indefinida, fruto de conciertos anteriores. De repente, suenan unos tambores. Seis o siete percusionistas se ponen a actuar entre el público. Oye, que bien lo hacen, qué ritmo. Media hora más y Carlinhos no aparece. Hasta las pelotas de los percusionistas, ya podrían callarse, coño. Anuncian por megafonía que Carlinhos se retrasará por el tráfico. Silbidos. Vaya excusa más tonta, cómo va ha haber problemas de tráfico en Zaragoza.

Esto es un faena porque los que como nosotros tienen hijos sólo consiguen, en escasas ocasiones al año, una tregua temporal para salir de marcha y el tiempo es muy valioso. Es algo así como lo de cenicienta. Si pasas el tiempo fijado el cubata se te convierte en un biberón.

Media hora más y Carlinhos Brown continúa sin aparecer. Ya se empieza a entonar entre el público el Carlitos Mamón. Lo peor es que me hubiera dado tiempo al bocata de ternasco, podrían haber avisado antes.

Mientras vamos a por más cerveza, pienso que la verdad es que podrían tener una actuación de emergencia, por si falla el artista invitado, y que acudiera allí donde falle la programación oficial. Una banda o, como está más de moda, un cómico del club de la comedia. Y nos entretendríamos lanzándole algo. Por cierto, estos de los monólogos cada vez cunden más, no puedes entrar a un bar sin que haya un tipo contándote su vida. Pronto estarán en los semáforos: en vez de venderte pañuelos, te contarán un chiste y la voluntad. El tiempo no es problema, la circulación últimamente da para más de un monólogo por semáforo.

De repente, los focos se encienden, entran los músicos y se escucha en off la voz de Carlinhos, dando la bienvenida con un discurso plagado de emoción y espiritualidad, que me hubiera embriagado de haber entendido una sola palabra. Y sale Carlinhos, con una corona de plumas de indio norteamericano. No entiendo nada, ¿había arapajoes en Brasil?

Carlinhos está inmenso. Llena al instante de ritmo el escenario y el público empieza a moverse con él. Hilvana canción tras canción, haciéndote mover con un ritmo que te sale de las tripas, con la habilidad de un showman avezado. Hace que el público participe y se mueva con las canciones.

Eso sí, tras una hora me empiezo a cansar de ritmo brasileño. Aprovechamos la circunstancia del suelo pegajoso y probamos a ver quién puede inclinarse más sin caerse, como Michael Jackson. Que conste que es una actividad de riesgo, si te caes al suelo te quedas pegado, como en los papeles cazamoscas, y ya no hay quien te saque de allí. Durante el concierto se dieron un par de casos y tuvieron que cortar un trozo de suelo para llevárselos.

Pero ya queda poco de concierto, ya que sólo dura unos 80 minutos, como las películas de Walt Disney. Y lo entiendo, más tiempo soportando esa percusión puede acabar con tu cabeza: debe estar prohibido que duren más por cuestiones de salud pública.

Nos quedamos un poco más por las carpas, encontrando amigos y conocidos, y luego, a casa, que el tiempo de libertad por hoy se acabó. Bueno, al menos nos lo hemos pasado bien.

Mangel, para IdeasdeIngeniero, desde la carpa de Valdespartera

1 ideas:

Perovsquita dijo...

Me alegro qeu finalmente pudierais disfrutar del concierto. tiene que ser una auténtica pasada. Claro que... 80 minutos de percusión... suficiente!

Saludos